Recursos humanos, ¡out!
- El despido laboral -que ya supera sólo en el estado el vaciamiento de 15 mil puestos- genera no sólo: roblemas económicos sino cuadros de estrés, depresión y una sensación de amenaza en la población general.
12 de abril de 2024
¿Callarse o hablar?
¿Visibilizar lo que ocurre para pedir ayuda? ¿Ocultarlo para evitar sanciones?
¿Hay formas de prevenir la violencia en el trabajo?
El silencio es salud fue una consigna que formó parte de la propaganda de adoctrinamiento durante la represión ejecutada a lo largo de la dictadura cívico militar de 1976-1983. Esa inclinación por guardar lo que ocurre, lo que se piensa y siente, esa forma concreta de implantar el miedo en los ciudadanos, tan cara a los sistemas antidemocráticos, se extendió a todo tipo de lazo social, como una política de los vínculos y hoy, cuarenta y tantos años después, se hace carne en las relaciones laborales jerarquizadas, aunque no sólo en ellas.
“Esperaba jubilarme este año y en cambio me encuentro con un telegrama de despido”.
“Dicen que somos ñoquis y nadie vino a monitorear un trabajo que venimos cumpliendo hace años con mucha responsabilidad”.
“Que alguien del gobierno nos venga a decir cómo vamos a hacer para pagar nuestro alimento y el de nuestros hijos ahora”.
Que trabajadoras y trabajadores hayan perdido el empleo en forma masiva y arbitraria se constituye en el marco insoslayable actual de la violencia laboral.
Es un maltrato material y emocional, psicológico y físico que está afectando a miles de personas en todo el país.
“El impacto que generan los despidos masivos sobre la población se da en dos niveles. Por un lado, sobre los trabajadores y trabajadoras que se quedan sin empleo. Por otro, genera un impacto sobre la población general ya que funciona como una amenaza, una espada de Damocles que presiona sobre la gente generando temor por lo que pueda sucederles. De esta manera, el miedo opera como un disciplinador que busca instalar el sálvese quien pueda, rompiendo las redes de solidaridad y sostén existentes”.
Quien habla es el doctor en Estudios Sociales de América Latina, Matías Dreizik, presidente del Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA) y docente e investigador de la Facultad de Psicología – Universidad Nacional de Córdoba. “El clima social se vuelve tenso y surgen percepciones negativas sobre el futuro dificultando la proyección y planificación vital, y produciendo frustración. A su vez, genera sentimientos de culpa por fallar a su familia y su consecuente baja autoestima”, advierte Dreizik, además licenciado en Psicología. Esta baja en la autoestima redunda en cierta inseguridad de sí mismo/a, sentimiento de fracaso y vergüenza ante sus círculos más cercanos“.
“Si estas sensaciones se sostienen en el tiempo puede devenir en apatía respecto de la realidad, un aumento en síntomas de stress, y finalmente generar un deterioro de las relaciones familiares. Este combo produce un impacto negativo sobre la salud mental de la población en general como ansiedad, falta de expectativas y depresión”.
Constituye un agravante el hecho de que “el presidente del país diga públicamente que las personas despedidas del estado son ñoquis, no trabajan o están en sus puestos por negociados. Esto hace que las personas despedidas en este proceso sientan que no se reconoce su labor y que la ‘etiqueta’, asignada por el máximo jefe de estado, sea reproducida por el resto de la sociedad. Esta acción puede llevar a debilitar aún más los soportes necesarios para atravesar estos momentos de crisis, como son sus familias y vecinos. Si tus vecinos e incluso familiares creen que está bien lo que te sucede entonces puede profundizarse cualquier cuadro psicológico por falta de apoyo y empatía”.
-¿Cómo se trata desde los ámbitos especializados este tipo de violencia?
-En primer lugar, se busca generar espacios donde se pueda compartir la experiencia de cada quién, como una forma de tomar conciencia acerca de que el fenómeno es social y no sólo depende de la persona despedida. La posibilidad de situarse dentro del contexto permite liberarse de cierto sentimiento de culpa, fortalece la autoestima y ayuda al afrontamiento en el seno familiar. Es importante sostener o crear redes de contención y acompañamiento que incluyan la realización de actividades tendientes a desarrollar habilidades para la reubicación laboral o la generación de emprendimientos colectivos. En este proceso es importante la función de las organizaciones sindicales, sociales y vecinales.
-Cuando se trata de un fenómeno masivo, como el actual, con más de 15 mil despedidos en el estado, ¿hay formas de encarar loa problemática por fuera de los paros, las tomas, las huelgas? ¿Cómo se complementan las medidas gremiales desde un enfoque más psicológico?
-Las medidas de fuerza clásicas del sindicalismo son importantes también para la salud mental de las personas despedidas más allá del resultado logrado. El hecho de que un colectivo ejerza la defensa de tus derechos ya genera un impacto positivo y desplaza la sensación de frustración personal e individual. Incluso con estas medidas se pone en discusión el etiquetamiento social que se les atribuye a los/as despedidos/as. Otros mecanismos a tener en cuenta es la generación de espacios de escucha colectiva y de ser necesaria espacios de atención individual. Las organizaciones que defienden los derechos laborales pueden sumar este tipo de dispositivos para dar respuesta desde la dimensión humana del conflicto. Existen experiencias, que surgidas al calor de la desocupación de los años ´90, se sostienen hasta la actualidad buscando la interacción entre trabajadoras/as ocupados/as y desocupados/as. Esta interacción permite compartir las experiencias laborales de quienes tienen trabajo estable, quienes tienen empleo no registrado y quienes resuelven como cuentapropistas el ingreso familiar. Ejemplo de esto último es el concurso de expresión escrita “sin presiones” que organiza el ISLyMA y que tiene por objetivo poder compartir relatos de personas sobre su vivencia cotidiana en el trabajo o en relación con él. En este espacio surgen temas que luego se abordan, como el desempleo, la violencia laboral, las condiciones de trabajo y las respuestas colectivas a estos fenómenos.
-¿La universidad pública puede dar algún tipo de respuesta?
-La universidad debe dar respuesta porque es un fenómeno social sobre el que se investiga y se interviene desde hace tiempo. Hay equipos universitarios a lo largo de todo el país que investigan y/o protagonizaron experiencias positivas con personas y colectivos despedidos desde hace años y que hoy acompañan a distintos colectivos. Es cierto que el peligro presupuestario sobre el sistema educativo público ha puesto en alarma a la comunidad universitaria, pero es necesario despabilar y que las universidades de manera institucional pongan a disposición el saber y las herramientas útiles que desarrollan estos equipos para acompañar y fortalecer a la sociedad en este contexto.
Incluso para quienes logran conservar su trabajo, la doctora en Psicología Débora Imhoff * dice que la violencia de género laboral se reproduce “siempre en el marco de relaciones jerárquicas, asimétricas o desigualdades, desde las cuales se privilegian lógicas de trabajo masculinas y todos los rasgos asociados a la masculinidad”. No se trata de otra cosa que de la división sexual del trabajo: los espacios productivos suelen ser ocupados por varones, mientras que se relega a las feminidades a los espacios domésticos o reproductivos. Este fenómeno no solo condiciona la actividad laboral de las mujeres, sino que se constituye en un núcleo de desigualdades, ya que la participación femenina en el mercado laboral es subcalificada y mal pagada“. Se estima que en Argentina los varones ganan un 29% más en comparación con sus colegas mujeres. Los cargos jerárquicos están ocupados en un 70% por varones, lo que se conoce como segregación vertical. ”Al mismo tiempo, las mujeres participan en sectores feminizados de mayor precarización laboral. Esto último se denomina segregación horizontal. En nuestro país también hay evidencia de otras formas violencia de género laboral, como agresiones físicas, hostigamiento psicológico y acoso sexual.
*Para difundir el fenómeno y ampliar la concientización, en los próximos días comienza el curso “Prevención y Abordaje de las Violencias de Género en el ámbito empresarial”, para otorgar a sus participantes herramientas específicas para el diseño de planes de sensibilización sobre las violencias de género en esos espacios y elaborar propuestas de prevención y abordaje. Imhoff, investigadora del Conicet y profesora de grado y posgrado en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba es la responsable académica. El curso comienza el 17 de este mes y se extenderá hasta el 15 de mayo.
https://www.eldiarioar.com/opinion/recursos-humanos-out_129_11285964.html
19 abril, 2024 de Info ISLyMA:, Opinión. Etiquetas: prevención, recursos humanos, violencia de genero