Desde que la pandemia de COVID-19 paralizara la actividad en varios países europeos, las personas confinadas en sus casas salen a sus ventanas y balcones cada noche para vitorear y aplaudir a los trabajadores sanitarios que luchan contra el virus.
Los médicos, los enfermeros y otros profesionales sanitarios se encuentran en primera línea de la lucha contra una pandemia que ya se ha cobrado más de 62.000 vidas en todo el mundo (en el momento de la presente publicación). Y estos trabajadores pagan un precio muy alto. En Italia, donde se ha registrado el mayor número de muertes por coronavirus hasta la fecha, más de 40 trabajadores sanitarios han fallecido desde el inicio del brote, mientras que en todo el mundo decenas de miles se han contagiado y han tenido que ponerse en cuarentena, lo cual ha supuesto una presión increíble para muchos sistemas de atención de salud.
Sin embargo, la contribución de muchas otras categorías de trabajadores también es esencial en la lucha mundial contra el virus. Se trata de trabajadores que no pueden desempeñar su trabajo con un ordenador portátil desde su salón y ahora realizan su trabajo diario con la preocupación añadida de contraer una enfermedad potencialmente mortal.
Camioneros de todo el mundo han publicado fotos de sí mismos en las redes sociales con el pie de foto: “No me puedo quedar en casa, soy camionero”. En Italia, un empleado de supermercado murió tras contraer el virus; en Sudáfrica, periodistas han dado positivo en las pruebas del coronavirus; trabajadores de la economía de plataforma en los Estados Unidos, que carecen de red de seguridad, continúan llevando a pasajeros y entregando comida y paquetes, aunque una sola interacción con un portador de coronavirus puede ser fatídica. Y en Bélgica, barrenderos como Ahmet Sener hacen su trabajo con una bufanda como único equipo de protección.